La chica del té matcha con bebida de almendras ha vuelto. Es la tercera vez que viene en dos semanas y, a mi edad, una ya reconoce los patrones: entrevista de trabajo.
Se sienta junto a la ventana (como siempre) y saca su portátil (como siempre).
Adrià sale de la barra casi corriendo e intenta disimular la emoción de volver a verla. Otra oportunidad para que por fin le preste atención pero no tengo demasiadas esperanzas. Ella está muy nerviosa y parece que va a meterse dentro del portátil en cualquier momento.
-Buenos días, ¿qué te apetece tomar? -dice Adrià muy sonriente.
En realidad sabe lo que va a pedir pero no tiene claro si es pronto todavía para suponerlo. Además es la excusa perfecta para intentar hablar con ella.
-Un té matcha con bebida de almendras. Gracias.
Ni siquiera le ha mirado. No creo que sea maleducada, solo está centrada en la entrevista de trabajo y no puede pensar en nada más. Una pena. Algo me dice que podría gustarle si saliera de su burbuja un segundo.
Adrià vuelve a la barra un poco cabizbajo. Yo me dedico a observar a la chica del té matcha. Por cómo va vestida, un poco formal pero con un toque moderno, diría que la entrevista es para la agencia de publicidad del edificio.
"Tía, estoy super nerviosa", escucho que susurra mientras graba un audio. "¿Y si no les gusta la propuesta para el nuevo sérum? Llevo toda la semana trabajando en esto y… "
Así que es para la empresa de cosmética, pero en el departamento de marketing. Mi instinto y mi experiencia nunca fallan.
Su amiga le responde con otro audio:
“Lucía, eres una tía muy válida y te lo has currado mucho. La decisión no depende de ti pero tú has hecho todo lo que podías. ¡Quédate con eso!”
Buscar trabajo se ha convertido en algo muy complicado. Cuando me trajeron a esta cafetería, hace más de veinte años, la gente hacía una entrevista y al día siguiente empezaba a trabajar. Ahora todo son pruebas técnicas, casos prácticos y no sé cuántas rondas de entrevistas. Quizás hay cosas de los humanos que a una mesa se le escapan pero creo que no debería ser tan difícil.
Lucía lleva tanto rato revisando la presentación que el té se le ha enfriado. Adrià se acerca a preguntarle.
Le da un poco de miedo interrumpir su concentración y lo que sea que está pensando así que duda unos segundos mientras mira su libreta para ganar tiempo. Lucía no se da cuenta pero Pedro, el cliente habitual de la mesa 9, se lo está pasando en grande contemplando la escena. Ya estás aquí, Adrià. ¡Habla!
-Perdona, ¿no te ha gustado el té? ¿Quieres otra cosa?¡Por fin!
-Ostras! Ni me había acordado. Estoy nerviosa porque tengo una entrevista y se me ha pasado del todo.
-Tranquila, suena a algo importante. ¿Quieres que lo vuelva a calentar?
-No, no pasa nada -introduce la cucharilla dentro de la taza, remueve un poco y da un sorbo al té- está bien así, gracias.
Que no se diga que él no lo ha intentado.
Lucía vuelve al portátil. Teclea con fuerza un cambio de última hora y suelta un suspiro largo. Cierra el portátil de golpe y se levanta.
“Bueno, allá voy. Tú puedes”. Se dice a sí misma.
Se pone la chaqueta y toma el último sorbo de té de pie mientras recoge sus cosas a la velocidad de la luz. Adrià casi tropieza para llegar a tiempo.
-¡Suerte en la entrevista! -deja una galleta Lotus encima de la mesa-. Será tu amuleto de la suerte y un poco de azúcar te ayudará a reponerte cuando salgas.
Se ha puesto rojo como un tomate y se ha ido antes de acabar la frase. Lucía sonríe. Se gira antes de salir.
-¡Gracias!
¿Soy yo o parece más relajada de repente? La chica del té matcha ya ha entrado en el edificio. Adrià se queda mirando por la ventana como si estuviera en el final de una película romántica.
Pedro, el de la mesa 9, le da una palmadita en la espalda.
-Bien, chaval. Progresas adecuadamente.
Adrià sacude la cabeza y recoge la taza vacía, todavía con una sonrisilla tonta.
Mi intuición me dice que la van a contratar. Lucía se lo ha currado mucho y últimamente el romance escasea en esta cafetería. Las dos nos lo merecemos, ¿no?
Si las paredes hablaran…
Estoy un poco atascada escribiendo y he pensado que escribir un microrrelato podía ayudarme. Los dibujantes y pintores se sientan delante de una fuente o en una plaza y esbozan lo que ven, yo he hecho algo parecido pero escribiendo😅
Siempre he sido ese tipo de persona que escucha conversaciones ajenas y observa a la gente. He pensado que podía ser interesante explicar situaciones cotidianas de una cafetería desde el punto de vista de una mesa (lo típico de “si las paredes hablaran…”) y este es el resultado.
Supongo que no será la última vez que necesite ayuda para salir del bucle así que los compartiré por aquí (también en Threads) cuando tenga algo decente.